30 de Noviembre, día internacional de la lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
Los seres humanos somos seres sociales. Nos movemos por relaciones que creamos: con los demás, con el entorno, con nuestro pasado, con lo que nos ocurre, con nosotros mismos y, por supuesto, la comida no está exenta de esta relación.
Cuando comemos, cumplimos una función fisiológica: satisfacer la necesidad de nutrirnos para obtener energía, vitaminas, proteínas… Pero también se suplen funciones sociales, punto en el que entra en juego la cultura y tradición; y psicológicas, aspecto relacionado con la vinculación emocional con el acto de comer. La manera en que comemos, las creencias y las reacciones entorno a la comida nos dan mucha información de cómo es nuestra relación con la alimentación, pudiendo identificar señales de una relación negativa o no adaptativa.
Por ejemplo, desde la función psicológica, podemos observar conductas de evitación o escape de ciertas emociones, normalmente emociones que nos generan malestar. Es importante conocer la relación que tenemos con la comida, ya que, como podemos ver, cumple una función elemental en nuestro día a día.
Es por ello por lo que es preciso practicar una actitud consciente con la comida y hacernos preguntas como:
- ¿Cómo me siento antes de empezar a comer?
- ¿Cómo me siento durante el proceso de comer?
- ¿Cómo me siento al terminar de comer?
- ¿Cómo me siento pasados 30 minutos después de comer?
- ¿Me siento saciado/a después de comer?
- Si es que no, ¿por qué no?
- ¿Tengo hambre o en realidad me apetece comer un tipo de alimentos concretos?
- ¿Qué sabores estoy experimentando en mi boca?
- ¿Cómo por tristeza, ansiedad, enfado…? ¿Qué emociones suelo sentir cuando quiero comer?
- ¿Como solo/a o en compañía?
Es fundamental entender que no se trata de los alimentos en sí, sino de lo que nos hacen sentir. Por ejemplo, hay personas a las que comer un trozo de chocolate les hace sentir una gran culpa, y hay otras a las que les genera altos niveles de placer y bienestar. También influyen mucho los pensamientos que generamos entorno a la alimentación. Si una persona piensa que no merece obtener felicidad a través de la comida, lo más probable es que elija alimentos que se lo confirmen, es decir, alimentos que le generen malestar, culpa, incomodidad, tristeza, frustración…
¿Qué comportamientos podemos identificar como una mala relación con la comida?
- Buscamos llenar vacíos. Cuando nuestras necesidades de amor, compañía, cariño, consuelo… no están cubiertas, buscamos inconscientemente cubrirlas. Una de las soluciones que podemos buscar es la comida. Si no experimentamos sensaciones placenteras con nuestras relaciones sociales, podemos llenar ese hueco con una porción de brownie (el chocolate está muy relacionado con las hormonas de la felicidad).
- Intentamos escapar. Hay personas tienen dificultades para lidiar con las emociones, especialmente de las emociones que entendemos como desagradables. A veces creen que la forma más rápida y sencilla de alejarse de ellas es teniendo el menor contacto posible con ellas. Por lo tanto, cada vez que surjan, las personas llevarán a cabo acciones que les permitan escapar. Con el tiempo, se irá reduciendo cada vez más la capacidad para tolerar dichas emociones. Consecuentemente, llegará un punto en el que les atormente menos su peso que su dolor emocional. Además, a largo plazo ese malestar va a seguir presente, ya que evitar y escapar de las emociones no resuelve el problema subyacente.
- Nos castigamos. Cuando sentimos que hemos hecho algo mal, si nuestras creencias se basan en la cultura del castigo, es probable que continuemos recreando esos patrones en la comida para castigarnos. Puede pasarte que comas y después te autoflageles física y emocionalmente por ello. También puede pasarte que te prohíbas ciertos alimentos porque no te los merezcas. Esto está especialmente relacionado con lo que creemos de nosotros mismos. No centramos la atención en la comida, sino en las razones por las que creemos que debemos castigarnos.
- La comida y las fiestas. Siempre que vamos a celebrar algo o hay un evento social, la comida es un factor fundamental e imprescindible, el cual ocupa un lugar central: nos sentamos alrededor de ella. Ya sea en un ambiente familiar, como incluso en reuniones laborales. Si la comida nos genera ansiedad, este tipo de situaciones también lo harán y tenderemos a evitarlas o escapar de ellas.
- Creencias familiares. “En esta casa no se tira nada”, “piensa en los niños de África que no tienen para comer”, “cómete esto o te quedarás pequeña”, “a ver si comes un poco más, que pareces desnutrido”. Estas frases impactan mucho más de lo que pensamos en nuestra forma de relacionarnos con la comida. La forma en la que la familia interactúe con la comida va a marcarnos, anclándonos a costumbres que pueden no beneficiarnos.
En resumen, definir una relación sana con la comida va más allá de lo que se come. Observar cómo nos sentimos, los pensamientos que asociamos y las conductas que ponemos en marchanos brindan pistas. Es crucial reconocer las posibles señales para poder establecer una relación más saludable y consciente con eso que hacemos todos los días, comer.