La primavera junto con el invierno, el verano y el otoño, es una de las cuatro estaciones climáticas diferenciadas del continente europeo. Aporta una variedad climática que marca una diferencia en el entorno, repleta de una belleza natural sin precedentes. Se trata de una época de transición en el año, en la que la naturaleza se prepara para recibir a un caluroso verano, instantes después de haber atravesado uno de esos gélidos y fríos inviernos.
La primavera, es una estación en la que se ve reflejada el renacimiento de la vida, la belleza de los comienzos y la noticia de un nuevo despertar. Estos símbolos son manifestados y envueltos en el crecer de los días, en el incremento de las temperaturas, en el reflejo de los tonos verdes que nuevamente aparecen en los árboles, en la contemplación del crecimiento de las flores, así como también en el cantar de los pájaros que envuelven la naturaleza.
Esta renovación característica de la primavera, es una metáfora que conlleva a reflexionar sobre las posibles y necesarias transformaciones del individuo, por ende, desde el ámbito de la psicología se plantea la siguiente pregunta: ¿Cómo se aplica esta metáfora al bienestar psicológico de las personas?
Pues bien, para responder a esta pregunta, es importante comprender que el bienestar psicológico se traduce en un estado de satisfacción donde la persona experimenta tanto emociones, como relaciones positivas, y reflejando un buen sentimiento consigo mismo, con los demás y con la vida. Siente que puede dominar diferentes situaciones, que aprende de ellas y también a crecer como persona. Por consiguiente, de explorar como la metáfora de la primavera se relaciona con el bienestar mental de las personas, surge de un nuevo concepto, siendo este la autoconciencia.
La autoconciencia consiste en el conocimiento profundo de las propias emociones, debilidades, fortalezas, impulsos y necesidades. Se trata de un elemento fundamental de la inteligencia emocional y la base para el crecimiento personal. Por lo tanto, es posible que, así como la primavera provoca el renacimiento de la naturaleza, también puede estimular el renacimiento de la autoconciencia.
De este modo, se ve reflejada la metáfora de la primavera en la siguiente figura:
Así sí se puede visualizar la transición del invierno hacia la primavera como una metáfora de la transformación personal. Del lado del invierno, se encuentran los pensamientos negativos, los patrones de comportamiento que ya no sirven y una sensación de estancamiento, mientras que, en la primavera, se muestra una capacidad de renacer y renovar, los pensamientos son positivos y los patrones de comportamiento ayudan a crecer a la persona y a desarrollarse constructivamente. En consecuencia, así es como la naturaleza se deshace del invierno y da lugar al florecimiento de la primavera, y su vez, como el individuo puede dejar los pensamientos y comportamientos que le perjudican y limitan, para renacer.
Ahora bien, para llevar a cabo esta transición, es importante que la persona dedique tiempo a la autorreflexión con preguntas que le ayuden a autoanalizarse, como pueden ser: ¿Cuáles aspectos de mi vida necesitan florecer? ¿Cuáles semillas quiero plantar? ¿Cuáles frutos quiero cosechar en el futuro?
Además de la autorreflexión, también es importante disfrutar de los momentos y estar presentes en ellos. Para ello, las técnicas del mindfulness, resultan de ayuda para conectar con plenitud con las emociones y pensamientos positivos, tal y como las flores nacen en un jardín.
Es por eso que, la primavera es un tiempo para cultivar relaciones positivas, es un arte, un proceso creativo y a la vez transformador para la persona, ya que, puede dar lugar a conocer su propia conciencia, lo que sin duda le ayudará a cultivar un bienestar psicológico, florecer y lo más importante, vivir. Esto es… ¡Artesanía primaveral!